Existe una crisis de sentido en el mundo actual. Más que nunca parece que las personas están experimentando una gran angustia y vacío existencial. El sentido de nuestra vida se podría definir como aquello que nos conecta con nuestra auténtica esencia. Cuando sentimos que algo es importante para nosotros es porque resuena con lo que realmente somos. La mayoría de personas reconoce que les falta “algo”. Tienen sentimientos continuos de soledad e insatisfacción. Hay como cierta desconexión con ellos. Estamos en la era de la inmediatez, del quererlo todo ya, y la búsqueda del placer a corto plazo lo único que genera es un aumento de ese vacío.
Cuando nos quejamos de forma habitual, convertimos en hábito la falta en nuestra vida. A veces estamos tan inmersos en nuestras quejas diarias y circunstancias que no vemos más allá de ello y esto lo único que hace es alimentar más y más la situación por la que nos estamos quejando.
Estamos más en la emoción de la queja de aquello que no tenemos que no en dirigir nuestra atención a la solución, a movernos, a responsabilizarnos y descubrir ese sentido en nuestra vida.
Cuando las personas sienten un vacío emocional en su interior, miran hacia fuera. Buscan llenar ese vacío en el placer y las cosas materiales. Intentan controlar las cosas y las personas que les rodean para que éstas sigan suministrándoles el intento de llenar sus vacíos. Pero esto nunca funciona ya que todo lo externo siempre es vulnerable al cambio y siempre es transitorio.
Cuando realmente cultivamos nuestra relación con nuestro yo original, todo lo que vamos experimentando y las personas con las que nos vamos relacionando giran entorno a nuestro sentido. Tenemos que buscar qué es lo que da sentido a nuestras vidas y sobretodo sacar aquello que no se lo da. El hecho de extraer de nuestra vida aquello que no nos sirve, aquello que sentimos que “nos pesa”, aquello que sentimos que “nos carga“, que no nos permite avanzar, ya nos da más claridad de hacia dónde nos queremos dirigir. Al desprendernos de todo lo negativo en nuestra vida conectamos más con nuestra esencia, nos liberamos de lo que sentimos que no nos pertenece y dejamos que lo nuevo entre y que la vida nos vaya guiando desde esa nueva conexión con nuestra verdadera esencia.
¿Qué estamos haciendo? ¿Por qué lo hacemos? ¿Qué significa esta relación? ¿Qué significa mi trabajo? Cuestionarnos todo esto nos lleva a ese punto de reflexión que nos empuja hacia el sentido de nuestras vidas.
“Allí donde va mi atención, va mi energía»
No somos conscientes de hacia dónde se está dirigiendo nuestra atención continuamente. Si eres del grupo de los que se queja constantemente, date cuenta de que tu atención siempre está dirigida a las cosas que no tienes, a todo lo que te falta o incluso tu atención se va al problema de tu situación y no a la solución. ¿Quieres salud? no pongas atención a la enfermedad y pon atención a todas las cosas, hábitos, información que esté relacionada con la salud y mantén tu atención ahí. ¿Quieres paz, tranquilidad? evita poner tu atención en el conflicto y las peleas, evita las conversaciones que te pueden generar malestar, no consumas información negativa y conflictiva. Enfócate en cultivar la paz, haz ejercicios suaves tipo yoga, está en silencio algunos momentos al día, medita, aliméntate de forma saludable, descansa. No puedes generar una experiencia determinada en tu vida si alimentas las emociones contrarias a las que buscas. Cuando desviamos nuestro foco de atención, nuestros estados emocionales rápidamente cambian.
Si no sabemos hallar qué aporta sentido a nuestra vida, no tenemos una dirección clara que nos vaya guiando en el desorden diario de nuestras vidas. Cuando no conectamos con aquello que verdaderamente le da sentido a nuestra vida somos presos de nuestra mente subconsciente dejándonos llevar por factores externos que nos desvían totalmente de nuestro camino.
Cuando nos mantenemos en nuestro camino, en nuestro lugar en la vida, las oportunidades que puedan venir simplemente las reconocemos como oportunidades que nos hacen desarrollar capacidades y habilidades que nos ayudan a expandirnos y que son necesarias para el desarrollo total de nuestro propósito y sentido de vida.
Las personas que experimentan el vacío existencial es porque sus días carecen de propósito y les falta una razón realmente motivadora por la que levantarse por las mañanas. Sienten ese vacío, pero no saben cómo gestionarlo, qué hacer con ese sentimiento, es como si se sintieran atadas en su propia existencia.
El sentido de vida es como una fuerza que nos empuja a sacar nuestro mayor potencial, a ser la mejor versión de nosotros mismos y para ello es importante que nuestro nivel de energía esté elevado, precisamente para poder hacer frente con efectividad a los desafíos que en el camino se nos vayan presentando. El desplazamiento en nuestro foco de atención de “lo mal que nos va todo“ a “cómo quiero que sea mi vida a partir de ahora” marcará el inicio del camino. Es como romper con el viejo paradigma de víctima de las circunstancias a responsabilizarte de tu vida y tomar el control.
La falta de sentido en la vida nos lleva a la falta de compromiso y el primer y mayor compromiso por el que tenemos que empezar es por comprometernos con nosotros mismos. Tenemos que reflexionar sobre quienes somos en realidad, descubrir qué es lo que verdaderamente nos importa, nos entusiasma, qué es significativo para nosotros. ¿Cuál es mi esencia fundamental o mi naturaleza auténtica? la respuesta a esta pregunta nos ayudará a construir nuestra vida y trabajo alrededor de nuestra esencia y nos permitirá desarrollar nuestro potencial. Como escribió Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido:
Todos tenemos la libertad última de elegir nuestra actitud y crear una experiencia diferente para nosotros mismos.
Viktor E. Frankl